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Javier y Adriana estaban esperando gemelas. Su familia vivía en un pequeño remolque con las ventanas rotas, y el agua del rocío de la madrugada se filtraba y mojaba todas sus cosas. Su hija, Naomi, vivía con ellos en el remolque, pero su hijo Juan tuvo que quedarse con otros miembros de la familia porque no había suficiente espacio. En algún momento del embarazo de Adriana algo cambió y comenzó a sentirse tan cansada que ya no podía caminar con su hija Naomi, de 9 años de edad, por las colinas y los valles para ir y volver de la escuela. Su médico tenía algunas preocupaciones sobre el embarazo y la puso en reposo en cama. A pesar de tomar todas las precauciones necesarias, lo inimaginable sucedió y los bebés decidieron aparecer dos meses antes, un mortinato y otro luchando por sobrevivir. Javier y Adriana visitaron fielmente a su dulce bebé Kimberly en el hospital todos los días durante un mes, caminando kilómetros para llegar a ella. 

Para empeorar las cosas, la panadería para la que Javier había trabajado se negó a darle tiempo libre y lo despidió por falta de trabajo. Dejado sin un ingreso estable, un nuevo bebé y cuentas médicas que pagar, Javier compraba provisiones y pedía prestada la cocina de un amigo para hornear donas para vender en su vecindario, de modo que tuvieran algo de dinero para comida y alquiler.


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A pesar de haber pasado por tan terribles dificultades, Adriana tiene una fuerza tranquila y una esperanza para el futuro de su familia. Durante la ceremonia de dedicación, después de que la familia recibiera las llaves y pasara unos primeros momentos preciosos en su flamante casa, Adriana compartió: "Por primera vez en mi vida tengo una casa que puedo llamar mía. Creíamos que estábamos solos, pero ahora sabemos que no lo estamos, porque ustedes vinieron sin conocernos y nos ayudaron. Esto se siente como un sueño."


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Ahora tienen un hogar que no sólo los mantendrá secos, sino que pueden estar todos juntos como una familia. Cuando se le preguntó qué era lo que más le entusiasmaba de su nuevo hogar, Noemí no dijo los nuevos juguetes o ropa, contestó, la mesa de la cocina. Nunca ha tenido una mesa para sentarse a comer con su familia, pero ahora sí. La familia Fraire Cuéllar sueña con construiruna pequeña cocina para que puedan tener una panadería desde su propia casa. Cuando se instalan en su nuevo hogar, no sólo tienen una esperanza para su futuro, sino que tienen muchas comidas familiares en la mesa de la cocina para esperar. 

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