Fecha de construcción: Viernes 04 - Sábado 05, Abril 2025
INFORMACIÓN SOBRE LA FAMILIA
MADRE: María
Edad: 35 años
PADRE: Jose
Edad: 32 años
Empleo: trabajador de la construcción
Salario semanal: 200 US
NIÑOS:
Fátima - 2 años
Jesús - 10 meses
CARTA DE LA FAMILIA:
Hola querido equipo de Casas de Esperanza , espero que se encuentren bien. A continuación les comparto un poco de nuestra historia. En el año 2021, tuve que viajar a Tijuana, Baja California, en busca de mejores oportunidades laborales, ya que en nuestro estado natal, Villahermosa, Tabasco, no había posibilidades de empleo. Mi objetivo era obtener un ingreso que nos permitiera mejorar nuestra calidad de vida. En ese entonces, mi esposa, María del Carmen Morales Méndez, se quedó en Tabasco, embarazada de tres meses de nuestra primera hija. Posteriormente, decidimos que ella también viajara a Tijuana para que pudiéramos iniciar una nueva vida juntos. Cuando llegamos, enfrentamos grandes dificultades, vivíamos en una obra en construcción y dormíamos sobre tablas de madera. Con esfuerzo, poco a poco fuimos adquiriendo lo indispensable, y en 2023, mi esposa quedó embarazada de nuestra segunda hija, Fátima. Fue un embarazo complicado, lleno de enfermedades y dificultades. Una noche, empezó a sentir fuertes dolores y a sangrar. Sin recursos económicos, vendí los pocos utensilios que tenía para ayudarla. A pesar de todo, nuestra hija nació sana y mi mujer se recuperó. Seguimos viviendo en condiciones precarias, pero con esfuerzo conseguí recuperar mis herramientas y seguir trabajando. Un año después, Dios nos bendijo con nuestro segundo hijo, Jesús, aunque su embarazo también fue de alto riesgo. Más tarde, mi patrón nos permitió mudarnos a una pequeña habitación de su propiedad, pero nuestros recursos seguían siendo limitados, ya que nuestros ahorros se habían gastado en artículos de primera necesidad. Algún tiempo después, encontré trabajo como obrero de la construcción en una casa. El dueño, al ver nuestra situación, empezó a darnos ropa, juguetes y dulces para nuestra hija. Una noche, mi mujer le dio un trozo de chocolate de uno de los paquetes. Poco después, nuestra hija empezó a encontrarse mal. Como no teníamos dinero para atención médica, llamamos a nuestros pastores para pedirles apoyo espiritual. Al día siguiente, conseguí que me prestaran dinero para que mi mujer pudiera llevar a nuestra hija al Hospital General de Rosarito. Sin embargo, debido a su aspecto humilde, fue maltratada y desatendida. Finalmente, le hicieron un análisis de sangre y nos informaron de que nuestra hija había dado positivo en drogas. Inmediatamente intervinieron el DIF y la policía. Nos hicieron pruebas toxicológicas, que dieron negativo, pero aun así se abrió una investigación. Al principio, los análisis de los caramelos que nos habían dado dieron positivo en drogas, lo que condujo a mi detención e interrogatorio. Sin embargo, más tarde, los resultados cambiaron y los caramelos se declararon negativos, dejándonos profundamente confundidos e impotentes. El DIF inspeccionó nuestra casa y determinó que no era adecuada para nuestros hijos. Durante todo el proceso, fuimos víctimas de discriminación y malos tratos. Finalmente, en el hospital, esposaron a mi mujer y se llevaron a nuestra hija. Durante tres meses, buscamos a nuestra hija sin recibir ninguna respuesta. Finalmente, nos informaron de que estaba en un albergue del DIF. Durante ese tiempo, todas nuestras pruebas toxicológicas siguieron dando negativo, lo que demostraba nuestra inocencia. Con gran esfuerzo, logramos comprar un pequeño terreno y construir una habitación, con la esperanza de traer a nuestra hija de vuelta a casa. Con el apoyo de un abogado, presentamos todas las pruebas necesarias y, tras nueve meses de lucha, un juez nos declaró inocentes. Hace apenas tres meses, por fin nos reunimos con nuestra hija. Actualmente, tengo un trabajo estable, pero nos enfrentamos a importantes deudas debido a los gastos legales y médicos. La casa en la que vivimos sigue siendo prestada, y con la llegada de la estación fría y lluviosa, nuestras condiciones de vida se hacen aún más difíciles. Mi mayor deseo es construir un hogar decente para mis hijos, donde puedan crecer seguros y felices. Mi mujer se dedica plenamente al cuidado de nuestros hijos. Conocimos este programa a través de una iglesia cristiana. Con humildad, nos dirigimos a ustedes con la esperanza de ser considerados y recibir su valiosa ayuda. Que Dios les bendiga por la maravillosa labor que realizan a través de Casas de Esperanza.