Fecha de construcción: Sábado 30 de noviembre - Domingo 01 de diciembre de 2024
INFORMACIÓN SOBRE LA FAMILIA
MADRE: Georgina
Edad: 46 años
Trabajo: vendedor de donuts
Salario semanal: 30 US
PADRE: Fidel
Edad: 56 años
Trabajo: tortillería
Salario semanal: 90 US
NIÑOS:
Anali - 16 años
Jorge - 11 años
CARTA DE LA FAMILIA:
Hola, me llamo Fidel Hernández. Soy del estado de Veracruz, en el sur de México. Mi historia es larga, pero compartiré un poco de ella aquí. Hace años, a mi primera compañera le diagnosticaron cáncer y, lamentablemente, falleció, dejándome solo al cuidado de nuestros dos hijos. Mi hijo mayor tenía 12 años y el pequeño 2; hoy tiene 11. A falta de recursos, me trasladé a Tijuana, donde conocí a mi actual pareja. Ella es de Oaxaca, también en el sur de México.
Hola, me llamo Georgina Gómez y soy de Oaxaca. Vine a Tijuana con la esperanza de encontrar trabajo, pero mi salud me lo ha puesto difícil. Tengo diabetes y sufrí una lesión en el brazo y un esguince en la espalda. Mi hija también es diabética; se lo diagnosticaron a los 10 años y, desde entonces, ha tenido hospitalizaciones que requieren mis cuidados, lo que me dificulta encontrar un trabajo estable. Mi pareja y yo nos enfrentamos a muchas dificultades, sobre todo económicas. A menudo, nuestros ingresos no alcanzan para el alquiler y la comida, así que un día, desesperados, nos mudamos a un terreno propio. Ahora vivimos allí, en una casa sin tejado y con pocas paredes. Aquellas primeras noches pasamos frío y estábamos mojados por el viento y la lluvia, no podíamos dormir y todos caímos enfermos. Nuestros vecinos nos ayudaron prestándonos una lona, compartiendo la electricidad e incluso proporcionándonos comida. Gracias a Dios, ahora tenemos techo y electricidad, pero seguimos luchando con las necesidades básicas y la comida debido a los gastos médicos y los pagos de una estufa y del terreno. A veces, hago como que no oigo cuando los niños piden la cena, pero les digo que tengan fe en que un día las cosas cambiarán y, cuando pueda trabajar, les invitaré a comer. Les digo que la vida es dura, pero les recuerdo el amor y la provisión de Dios. Me preocupo porque no puedo pagar las medicinas de mi hija; necesita dos insulinas y un glucómetro, pero no podemos comprar estas cosas. Conocí Casas de Esperanza por un vecino, que nos dijo que podríamos optar a la ayuda. Esta noticia nos llenó de esperanza. Pedimos bendiciones a Dios y estamos agradecidos a todos los que hacen posible esta labor. Que Dios les bendiga por su bondad y su amor.