Con dos trabajos para llegar a fin de mes, Angélica hace todo lo que puede para mantener y mejorar la vida de su hijo de 2 años, Maximiliano. Compartió: "él es mi razón para luchar cada día, mi inspiración, mi fuerza y mi vida entera". Tras divorciarse, ella y Max se mudaron con su madre a una pequeña habitación de 2 metros por 2 metros. Con sólo espacio para una cama individual y su ropa, no había espacio para que Maximiliano, un niño lleno de vida y energía, corriera y jugara.

"Me encantaría y deseo profundamente poder tener un hogar para mí y mi hijo. Llevo años soñando con el día, si Dios quiere, en que vivamos juntos en una".

Ese sueño finalmente se hizo realidad a principios de este año, cuando Angélica y Maximiliano recibieron su propia Casa de la Esperanza. Maximiliano corría entusiasmado por la obra mientras Angélica se esforzaba por contribuir a la construcción de su casa.

Ahora el sueño de Angélica se ha cumplido. Tienen un espacio para estar juntos como familia y Maximiliano tiene una habitación propia para correr y jugar.



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